Se me envidriaron los ojos como no lo hacía hace tiempo.
Se fue con una simple despedida y quedé yo -triste y angustiada- con un presentimiento que nadie me borraría de la mente. Al parecer todo ya estaba dicho y nuestro alejamiento era un hecho, se iría con todas sus pertenencias, con todos sus recuerdos, con todo su ser sin dejarme a cambio, si quiera, un último beso.
Habíamos compartido tantas cosas que cuando se fue, sentí que se había ido con él una parte mía. Tal vez éramos la usual 'naranja completa' que se unió para lograr los sueños y la felicidad, pero quedamos partidos en dos y cada quien buscaría su camino. Era una extraña separación en la que no había mutuo acuerdo, creo que ninguno de los dos quería irse pero era hora de hacerlo; él decidió irse y dejarme a merced de lo que ya conocíamos y era nuestra vida, sin embargo, yo lo dejé ir en busca de una vida nueva con rumbo ajeno y con mi mal presentimiento. No quería que se vaya y en último momento se lo dije: 'Tal vez no sea buena idea que pienses eso ahora', creo que debí ser más específica porque en su lugar me dejó su ausencia y camino a tomar el tren me dijo: 'No lo he pensado, pero será lo mejor'. No sé qué quiso decir con eso. Me dejó su partida y desgarrada palabra en la garganta que hasta ahora me lo repito; tampoco pienso olvidarlo porque antes de abordar al tren sus piernas pocas ágiles -que cada noche eran refugio de mis pies helados- se enredaron en un abrigo que yacía en el suelo de la estación junto a sus maletas. Tomé un tiempo para reírme y luego le ayudé a levantarse, tenía el pantalón manchado que enseguida se lo sacudió con aquellas manos que antes acariciaban mi cabello y cubría mi cuerpo en un abrazo. Me miró con esos ojos acompañados de aquellas pestañas largas que él poseía y que muchas veces me atrapaban a su gusto, me miró y sonrió porque no me había dado cuenta que cuando lo ayudaba a ponerse de pie me ensució la frente -y el vestido guinda que tanto le gustaba-, con un marcador que traía en la mano que de la risa pasé al enojo mismo por un tercer ojo que me había dibujado y un ojo de huracán en el vestido que traía puesto. Bastó de reír y bajó la cabeza como si fuera un niño que está a punto de recibir un resondro por parte de la madre, pero me acerqué y sólo le susurre al oído: 'Te extrañaré', me tomó de la cintura y me aprisionó a su pecho con un abrazo nostálgico, no un abrazo de las que nos dábamos en cada amanecer cuando encontrábamos nuestros ojos tan cerca, sino uno que me hablaba y me decía un 'yo también'.
A las diez en punto salía el tren y faltaba menos de veinte minutos para su partida. Sentí que no había podido dormir toda la noche y lo sentí porque yo también estaba despierta y a pesar de eso no volvimos a tocar el tema y fingí que dormía, me acercaba a su pecho en busca de calor y escuchaba sus latidos tan fuertes que hasta imaginé oír sus pensamientos y cada vez lo abrazaba más y más fuerte como lenguaje de mi cuerpo para que no se vaya.
Diez minutos y el tren salía y con éste mi querido amor que quizá en su mente vagaba la idea de no volver aunque tuve la esperanza que esa idea no estuviera volando en su cabeza. Llegó el tren al mismo tiempo que me senté a observarlo detenidamente, su imagen me desbordaba totalmente, sentía que como él no encontraría a nadie más, era ideal para mí y tal vez para otras mujeres, que por cierto me enteré que eran varias las que le hablaban gratamente y esa demasiada amabilidad me llenaba de celos, esas miradas que las demás mujeres le mandaban a mi... a él. Debo admitir que mientras fue mío, aunque ninguna persona pueda pertenecernos de ese modo, me sentía muy dichosa de que se encontrara a mi lado, no se imaginaría nadie cómo eran esos días en los que pensaba que me iría bien a pesar de todas las cosas en contra; de cómo mi entusiasmo se contagiaba a cada quien con el que hablaba... él era único, él es alguien diferente pero a la misma vez igual a otros hombres. También debo admitir que me molestaba que hablara con otras personas con tal grado de confianza y yo tampoco solía hablar mucho de él porque es como si yo le estuviera dando un pedazo de él a quien le cuente... nunca me dijo si le incomodaba eso, en realidad solo lo pensaba y eso era todo, no se lo decía y sólo calmaba mis dudas con sus largos brazos que me borraban todas esas ideas. Estoy a punto de pensar que tal vez se marcha por eso, pero se le ve tan plácidamente a mi lado viendo cómo embarcan las cosas en la parte trasera del tren donde llevan cargas hacia otros lugares... yo tengo tantos errores para él. Y él también para mí.
El sonido de la hora de marcharse y él todavía sentado con una mirada perdida hacia el tren. Tenía la posibilidad de cambiar de parecer e irse conmigo de nuevo, a recuperar el tiempo que hemos estado esperando para irnos por el parque que tanto amábamos... ¡sí! en el parque donde nos ensuciábamos echados mirando hacia el cielo, haciendo planes, hablando de libros, de flores e insectos y solo te apoyabas en un brazo cuando querías hablar de los problemas que aquejaban a tu familia y yo seguía mirando el cielo... me gustaba el color que mostraba cuando estábamos juntos, con poco sol ya que no me gustaba mucho el verano, en cambio tú lo adorabas. Recuerdo que me dijiste que querías tener tres hijos: dos varones y una mujer, pensamos en los posibles nombres pero nunca llegábamos a un acuerdo, tener una casa en la parte más alejada de esta ciudad, con un jardín inmenso para observar junto con nuestros hijos las nubes y el cielo en el ocaso, también deseabas tener de mascotas a un perro y un gato para que los niños puedan brindarle amor a estas criaturas; deseabas salir a pasear un día cada mes hacia otras ciudades para convertirnos en compradores compulsivos y llevar cosas a nuestra casa...¡ah! nuestros hijos, nuestros planes, nuestra vida... De pronto, después de pensar mucho te paraste y con un fuerte abrazo te despediste de mí. Sabes que hubiera preferido un beso pero me conformé con tu abrazo, no dije nada y mientras nos abrazábamos lancé un suspiro, tal vez no te diste cuenta. (Y él no se había dado cuenta de ello, aun lo espero.)
Cuando subía al tren, lo detuve de la mano y le colgué en el cuello mi bufanda porque el viento era muy fuerte y además para que no me olvide adonde vaya, para que cuando se acuerde de mí y nuestros planes y de nuestros hijos, regresara.
Me quedé en la estación hasta que no viera a la distancia tren que se llevara a la persona que me había hecho tan feliz, quedaron conmigo los sueños incumplidos, su aroma y su dibujo en mi frente y mi vestido, ese que tanto quería...