Amo la noche de invierno, esa que ya se asoma a esta parte del país. Sobre todo la noche donde uno se inspira y puede escribirle a alguien o algo, donde afloran de nuevo esos sentimientos que a veces uno cree perdido y esta noche recordé como siempre a mi adorado Alejandro. Sentía algunas veces que ya no debería torturarme con su recuerdo ya que esa decisión de la cual él hablaba nunca fue descubierta para mí, me hacía dudar de su sinceridad durante esos cinco años o más que habíamos compartido juntos. Es difícil olvidar cuando se ha compartido mucho. Y yo aún lo seguía amando.
A mi ojos llegó la portada de un libro que yacía en el suelo debajo del escritorio, me levanté perezosamente de la cama a recogerlo y al lado de éste había una caja que hasta ese momento no me había dado cuenta que aún existía. Lo sacudí y encontré una colección de libros y garabatos que yo había querido reprimir de aquella casa donde vivían mis padres. Recogí uno por uno los libros y los casettes de música rebelde como lo titulaba mi padre. De entre ellos encontré la primera de las primeras tantas cartas que había escrito a Alejandro y que no se lo había enviado por la tanta vigilancia que mi madre había proferido sobre mí de forma imperante. Abrí la primera que decía lo siguiente:
9 Abril...Alejandro mío:¡Cuánto te he extrañado! He soñado tantas veces con ese día, el día que dijiste que nos escaparemos de esta peste lugar, tenía muchas ideas sobre nuestra vida juntos, no sabes cuánto te amo querido mío, quisiera tenerte a mi lado y abrigarte de este frío tan tormentoso que empezó por aquí. No he podido salir a verte como antes porque mi muy malvada madre me lo ha prohibido, incluso me ha restringido salir al patio a pasear al menos que sea con alguno de mis hermanos... no sé si sospeche algo. Faltan 6 días y estoy muy ansiosa de verte aparecer por esa ventana. Te envío un fortísimo abrazo de oso.Te quiero.
Esta carta invocó algunos recuerdos que creía olvidados o mi tan mala memoria había guardado en uno de los rincones de mi mente. Me trajo alegría y nostalgia al leerlo. No sé si él estuviera recordando las mismas cosas que yo en este momento.
¡Cuánto lo he amado! Quisiera verlo otra vez, solo una vez más pero una contradicción y una idea ferviente pasa por mi mente pensando que ya podría amar a otra persona... era cuestión de olvidarlo teniendo estas ideas en mente.
Adjunto a esta carta había una foto tuya, tenías apenas 18 años en esta imagen, tu cabello estaba largo a comparación del que llevabas cuando nos despedimos, tenías los ojos café, esa mirada tan envolvente, esa sonrisa que yo amaba. Dejé caer la lágrima que tanto oprimía mi alma y dejé que me consumiera cuando encontré una foto de nosotros juntos. ¿Te acuerdas de esa foto? Habíamos ido a pasear al parque donde se exponían trabajos de arte, habían tantos cuadros hechos a grafito que nos pintaron y que por ello me había interesado estudiar arte... Compraste un dulce el cual ya no recuerdo el nombre pero recuerdo aún el sabor. Una señora que había llegado a hacer turismo y que muy amablemente nos tomó esa foto, donde yo te abracé y tú me dabas un beso en la frente, donde nuestras manos estaban juntas, donde yo sonreía con tanta felicidad, donde tú mirabas de reojo a la cámara y se descubría de a pocos el hermoso color de tus ojos. Llevabas esa remera negra que te gustaba y una boina de ‘artista’....
Sequé las lágrimas que caían mucho más esta vez... y continué leyendo la segunda carta que había en ese sobre:
Abril 11...Alejandro querido:Soy la persona más feliz sobre la tierra en estos momentos. Ayer te vi aparecer por esa ancha ventana, entrando como todo un Romeo. No sé cómo has podido pasar sobre esos perros que mi madre trajo, tal vez tu demasiado amor hacia los animales los convirtió en amigos y cómplices tuyos.Fue agradable que me acompañases ayer en la noche. Apenas pisaste el cuarto empezó una infernal lluvia que te obligó a quedarte a mi lado a pesar de que se acercara mi madre a mi habitación. El chocolate caliente en esa noche de lluvia fue perfecto. Me gustó que empezaras a leerme ese libro que detestaba pero que cuando le colocaste esa entonación, esa melodía, esa voz, tu voz me atraía mucho; te dije que era algo aburrido y fue por eso que nos quedamos dormidos leyendo. No sé en qué momento te fuiste loco amante.Creo que podré soportar 4 días más sin verte e irme de este lugar, además mañana se acaba mi castigo, podré salir de nuevo a aquel parque de las pinturas...Helena
Habían sido todos esos momentos los más felices de mi vida.
Desapareciste por unos días, no hubo mensajes ni ruidos extraños fuera de casa, ni maullidos como lo hacía Huck Finn. Cada vez que hacías eso, escuchaba a mi madre decir que tal vez era un gato abandonado que agonizaba, que era algún tipo de espécimen o cosas parecidas, mi padre creía más en el espécimen o tal vez un tipo de maldición, Amelia pensaba en los fantasmas y se encerraba en su cuarto mientras que Matías, valiente y curioso, quería salir a explorar y yo,... yo sabía que eras tú. Te salía muy bien ronronear pero el maullido era lo peor que había escuchado y para no reírme delante de ellos corrí hacia mi habitación y solté una carcajada que al final lo llegaron a escuchar.
Tuve que tener un confidente dentro de casa y ese confidente fue mi hermano menor. Y esa curiosidad y esas ganas de explorar eran a su vez complicidad y ayuda que traía a mis manos algunas cartas que Alejandro me enviaba.
A Matías le había agradado Alejandro pero sin duda no sabía de nuestros planes. Salíamos a escondidas con él a esos juegos que habían por algunos parques, al teatro, adónde él quisiera a cambio de su complicidad. No puedo evitar reírme cuando un día te apareciste con muchos dulces, chocolates y chicles para Matty y de los cuales yo cogí algunas. Él te quería mucho por los trucos de ‘magia’ que hacías, por las bromas, los dibujos...
Siempre tenías un dulce en el bolsillo o una barra de chocolate y un infaltable cigarrillo.
Íbamos a fugarnos, teníamos todo planeado y mi equipaje ya estaba listo, pero ningún mensaje de alerta. Tal vez habías ido a casa a recoger también tus pertenencias y Lucía, tu madre, no te había permitido salir o quizá te habría ocurrido algo. Estuve preocupada.
Quince de Abril. ¿Te acordarás de aquel día? Eran las diez menos doce...