jueves, 21 de noviembre de 2019

Yo, Eurídice


Cuando te vi, me vi a mi misma, con miedo, con sorpresa y alegría escondida. Entonaba en mi mente desde ese día hasta mucho tiempo después tal dichosa canción y la irrealidad volaba en mi cabeza.

Cuando aún con miedo caminé a tu lado y conversamos, mis palabras se encubrieron firmes para asegurar mi confianza, cuando te vi a los ojos me perdía en la profundidad de tu mirada, en el color y en esa a veces esquivas pupilas. Y yo sabía que te amaba.

Cuando cogiste mi mano, la sorpresa me inundó y el corazón se llenó de ilusión, aún no lo podía creer, te tenía ya entre mis manos.

Cuando nos sentamos a conversar y me mostraste parte de ti, tocaste mi alma y mi risa, mi corazón aceleraba y yo ya no era dueña de mi misma. Ahora te tenía entre mis labios y rozaba la belleza de la gloria jamás conocida, llegaste a mi intimidad sin reparos y restricciones.

Cuando fui tuya y del amor mismo, mi alma tocaba el delirio y la irrealidad se volvía mi escena de vida. Conocía tu cuerpo y tu alma, lado a lado de tu corazón, de tu mirada y tu sonrisa. Ya era del amor mismo.

Y cuando caía la noche, en tu hombro reposaba mi cabeza, bañando de besos tu cuello, cubriéndome en tu espalda y llegando a tu corazón.

Jamás imaginé la desdicha que significaría un adiós previsto, algo del cual los dos hablábamos sin detenernos a pensar que se acercaba. Mis ojos lloraron mi salida de tu lado, y poco a poco soltó tu mano.

Sin embargo, la desdicha no terminó en mi salida. Tus bien humanas sensaciones cambiaron de rumbo al igual que las mías:
Mi chico el de los ojos tristes y la sonrisa piadosa, ¿adónde fue tu alma desafortunada en este mundo de lucha y agonías?
Llévate mi calor cuando necesites abrigo y regresa a mi antes que caiga la noche.

Mi corazón palpita rápidamente cuando logro recordarlo al final del día y mi rostro se ilumina en su recuerdo, tratando de volver a sentir su calor, ese que emanaba su cuerpo, su aroma, su mirada, su aliento y sus manos amorosas y sus fatídicas palabras... ah, sobre todo su mirada que cuando ví por vez primera me desconcertó totalmente, me perdí en esos ojos negros y pequeños, con esa mirada segura e infantil a la vez.


¿Te acordarás de mi también mi querido Orfeo?


H.H.

lunes, 11 de noviembre de 2019

Marianela

Apareciste con tu cabellera oscura
en medio del frío..
Marianela yo te quiero, 
yo te amo desde que te vi.
Tu espalda robusta y tú piel canela,
dieron vida a mí vivir
Marianela yo te amo con locura
desde que te vi
tus pechos suaves en las cuales reposa
mi sueño y mi sentir, 
cada noche acurrucas 
mis ideas sobre ti,
de tu linda tez y tus oscuros ojos
Yo te quiero Marianela desde que te vi
Cada mañana, sosteniendo el cansancio
de las largas tardes y esperas,
te levantas guerrera a soportar el frio
tejes en tus manos tus oscuros cabellos gruesos
lista para hacerle frente a la inclemencia de la vida
poco te importa vida mía, tus cayosas manos
del duro trabajo que haces día a día
yo las tomo y las beso con dulzura,
porque son tuyas mi fiel compañía
y beso también tus labios
agrietados de gritar con coraje tus desdichas
tus polleras largas cubren tus gruesas piernas, 
marcadas unas cuantas cicatrices que dejó el tiempo,
tu pubis, dulce veneno, 
donde sembramos nuestros sueños
cogidos de la mano, mi dulce paloma
tomamos nuestros corazones.
Ahora que ha pasado el tiempo,
y tu sonrisa ha caído marchita,
tus pechos caen y abrigan mis sueños,
mis manos y tus manos arrugadas por el tiempo
Aún te quiero Marianela desde que te vi aquel día
tu cabellera oscura con copos nieves se han vestido 
y tus desdichas han crecido
Marianela, yo te amé y te amo
y de la mano junto estamos
Mi corazón está contigo
tomado de la mano aún estamos
Marianela, entiende, 
que yo siempre te he querido
Aún en mis tenues días y mis lobregos caprichos
de tu miel yo he bebido
no hubo nadie quien me hiciera amar como a ti te he querido.

Adiós mi Marianela que contigo he vivido 
muchos años de pasión y junto a nuestros hijos
Hoy que me toca separarme de ti
por el tiempo cruel que ha enmudecido 
mis energías de juventud 
y que mi alma jamás ha corroido.
Marianela ahora que sigues el infinito, mi corazón se va contigo.

Y que allá, en la otra vida, dios no se ponga celoso de nuestro gran amor.

Marianela yo te quise y te quiero, y mi amor siempre fue sincero.



Helena H.

sábado, 2 de noviembre de 2019

Noit



De vez en cuando, noche mágica, suelo pensar que soy tuya, que me das más aliento y que renuevas mis energías, donde la tristeza desaparece y no hay más oscuridad que la que puedo ver en tus colores, me sonríe la luna y mis ganas de soñar aparecen, mis amores nocturnos empiezan a encandecer mi frágil corazón y soy tuya, soy tuya
voladora, soñadora,
amante nocturna de mis recuerdos
que por el día acechan mi corazón
y sueltan torrenciales lluvias de desasosiego.


Pienso entonces que solo quiero vivir en ti,
en tu ilusión.

viernes, 1 de noviembre de 2019

Miscelánea poética

entro lentamente por tus venas
hasta inundar
todos los rincones de tu cuerpo
rescato tu nombre milenario
en cada arteria
te pierdo y me encuentro
en la profundidad de tu mirada
sin compañía alguna
invado tus pulmones
y vivo
y me recreo
con el aire que respiras
avanzo por debajo de tu piel
y organizo con exactitud
el metabolismo de tus penas
y tu cuerpo se convierte
en la zona sagrada de mi vida.
sin embargo,
hoy es mañana
y mañana será nunca.


te beso en los ojos, en la cóncava mudez de tu inocencia,
te beso y todo tu cuerpo se viste con flores de un canto primaveral,
te beso y conviertes las cosas en hechos silenciosos y llenos de asombro,
te beso al fin
te beso.


después de un lento aprendizaje
puede reconocer sin equivocarme
las formas de tu cuerpo,
besar tiernamente tus mejillas
y saber con exactitud
las dimensiones de tu falo.
ahora, cada encuentro se convierte
en el hecho cotidiano de besarse
meternos en la cama y repetir
los movimientos del amor.
tu cuerpo se estremece a cada orgasmo,
yo te pido más
y en la necesidad de recuperarte
mis labios exploran tu pubis,
para entonces
cansado y sudoroso.
mis senos abrigan tu sueño.


María Emilia Cornejo