martes, 28 de abril de 2020

Volar

Ya escondí un amor por miedo de perderlo.
Ya perdí un amor por esconderlo.
Ya me aseguré en las manos de alguien por miedo.
Ya he sentido tanto miedo, hasta el punto de no sentir mis manos.
Ya expulsé a personas que amaba de mi vida, ya me arrepentí por eso.
Ya pasé noches llorando hasta quedarme dormida.
Ya me fui a dormir tan feliz, hasta el punto de no poder cerrar los ojos.
Ya creí en amores perfectos, ya descubrí que ellos no existen.
Ya amé a personas que me decepcionaron, ya decepcioné a personas que me amaron.
Ya pasé horas frente al espejo tratando de descubrir quién soy.
Ya tuve tanta certeza de mí, hasta el punto de querer desaparecer.
Ya mentí y me arrepentí después.
Ya dije la verdad y también me arrepentí.
Ya fingí no dar importancia a las personas que amaba, para más tarde llorar en silencio en un rincón.
Ya sonreí llorando lágrimas de tristeza, ya lloré de tanto reír.
Ya creí en personas que no valían la pena, ya dejé de creer en las que realmente valían.
Ya tuve ataques de risa cuando no debía. Ya rompí platos, vasos y jarrones, de rabia.
Ya extrañé mucho a alguien, pero nunca se lo dije.
Ya grité cuando debía callar, ya callé cuando debía gritar.
Muchas veces dejé de decir lo que pienso para agradar a unos, otras veces hablé lo que no pensaba para molestar a otros.
Ya fingí ser lo que no soy para agradar a unos, ya fingí ser lo que no soy para desagradar a otros.
Ya conté chistes y más chistes sin gracia, sólo para ver a un amigo feliz.
Ya inventé historias con finales felices para dar esperanza a quien la necesitaba.
Ya soñé de más, hasta el punto de confundir la realidad.
Ya tuve miedo de lo oscuro, hoy en lo oscuro me encuentro, me agacho, me quedo ahí.
Ya me caí muchas veces pensando que no me levantaría, ya me levanté muchas veces pensando que no me caería más.
Ya llamé a quien no quería sólo para no llamar a quien realmente quería.
Ya corrí detrás de un carro, por llevarse lejos a quien amaba.
Ya he llamado a mi madre en el medio de la noche, huyendo de una pesadilla. Pero ella no apareció y fue una pesadilla peor todavía.
Ya llamé a personas cercanas de "amigos" y descubrí que no lo eran... a algunas personas nunca necesité llamarlas de ninguna manera y siempre fueron y serán especiales para mí...
No me den fórmulas ciertas, porque no espero acertar siempre.
No me muestren lo que esperan de mí porque voy a seguir mi corazón.
¡No me hagan ser lo que no soy, no me inviten a ser igual, porque sinceramente soy diferente!
No sé amar por la mitad, no sé vivir de mentira, no sé volar con los pies en la tierra. ¡Soy siempre yo misma, pero con seguridad no seré la misma para siempre!
Me gustan los venenos más lentos, las bebidas más amargas, las drogas más potentes, las ideas más insanas, los pensamientos más complejos, los sentimientos más fuertes. Tengo un apetito voraz y los delirios más locos.
Pueden hasta empujarme de un risco y yo voy a decir:
"¿Qué más da? ¡Me encanta volar!.



Clarice Lispector.
Brasil, 1920 - 1977

lunes, 27 de abril de 2020

Tristitia


Mi infancia, que fue dulce, serena, triste y sola,
se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.

Dábame el mar la nota de su melancolía;
el cielo, la serena quietud de su belleza;
los besos de mi madre, una dulce alegría,
y la muerte del sol, una vaga tristeza.

En la mañana azul, al despertar, sentía
el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado, del mar,
y lo que él me dijera, aún en mi alma persiste;

mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar.



- Abraham Valdelomar -

jueves, 23 de abril de 2020

La Casa Vacía

Voy a la casa donde no viviremos
a mirar los muros que no se levantarán.

Paseo las estancias
y abro las ventanas
para que entre el tiempo de ayer envejecido.

¡Si vieras!
Entre las buganvillas
cansadamente juegan
los hijos que jamás tendremos.

Yo los miro. Ellos me miran.
Mi corazón humea.
Éste es el sitio
donde mi corazón humea.

Y a esta hora,
en el balcón, callada,
yo sé que tú también te mueres
y piensas en mí hasta ensangrentarte,
Yo también pienso en ti.

Óyeme donde estés:
por esta herida no sale sólo sangre:
me salgo yo.


Manuel Scorza

miércoles, 15 de abril de 2020

¿Qué cuántos años tengo?

Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo…

¡Qué importa éso!

Tengo la edad que quiero y siento. 
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso. 
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido.

Tengo la experiencia de los años vividos 
y la fuerza de la convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo! 
No quiero pensar en ello.

Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo.

Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, 
sino lo que mi corazón siente 
y mi cerebro dicte.

Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, 
para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, 
rectificar caminos y atesorar éxitos.

Ahora no tienen porqué decir: 
Eres muy joven… no lo lograrás.

Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, 
pero con el interés de seguir creciendo. 
Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, 
y las ilusiones se convierten en esperanza.

Tengo los años en que el amor, 
a veces es una loca llamarada, 
ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada.

Y otras un remanso de paz, 
como el atardecer en la playa.

¿Qué cuántos años tengo? 
No necesito con un número marcar, 
pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, 
las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas…

Valen mucho más que eso.

¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!

Lo que importa es la edad que siento.

Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.

Para seguir sin temor por el sendero, 
pues llevo conmigo la experiencia adquirida 
y la fuerza de mis anhelos.

¿Qué cuantos años tengo? 
¡Eso a quién le importa!

Tengo los años necesarios para perder el miedo 
y hacer lo que quiero y siento.



José Saramago

martes, 7 de abril de 2020

¿Con qué puedo retenerte?

¿Con que puedo retenerte?
Te ofrezco magras calles, ocasos desesperados, la luna
de los corroídos suburbios.
Te ofrezco la amargura de un hombre que ha mirado
largamente a la luna solitaria.
Te ofrezco mis antepasados, mis muertos, los fantasmas
que hombres vivientes han honrado en mármol:
el padre de mi padre muerto en la frontera
de Buenos Aires, dos balas a través de sus pulmones,
barbado y muerto, envuelto por sus soldados
en el cuero de una vaca; el abuelo de mi madre
-con tan solo venticuatro años- encabezando
una carga de trescientos hombres en el Perú, ahora
espectros en desvanecidos caballos.
Te ofrezco cualquier agudeza que puedan contener
mis libros, cualquier hombradía o humor en mi vida.
Te ofrezco la lealtad de un hombre que nunca ha sido leal.
Te ofrezco ese meollo de mí mismo que he salvado,
de alguna manera: el corazón central que no
comercia con palabras, no trafica con sueños,
y está intocado por el tiempo, por la alegría,
por las adversidades.
Te ofrezco la memoria de una rosa amarilla vista
en el ocaso, años antes de que hubieras nacido.
Te ofrezco explicaciones de ti misma, teorías sobre ti misma,
auténticas y sorprendentes noticias de ti misma.
Te puedo dar mi soledad, mi oscuridad, el hambre
de mi corazón; trato de sobornarte con
la incetidumbre, con el peligro, con la derrota.


Jorge Luis Borges