sábado, 27 de julio de 2013

'Bruno' (Parte III)


Fui a la cafetería de siempre a tomar algo que me amargara el sabor de la boca. Mi viaje placentero a mi lugar favorito no fue el mismo, se tornó tan distinto y tan confuso. 

Esa carta me dejó un sabor a olvido.

Lo leí nuevamente para tener la idea de un adiós final, de un adiós definitivo. Quise gritar o hacer algo que me quitara este malestar pero apareció Bruno, un compañero de las clases de arte que se había convertido en un amigo muy cercano desde que retorné a estudiar. Me miró con gran sorpresa y al ver mi expresión que... ¡qué sé yo qué expresión tenía!, se sentó al frente mío y le di la carta, lo leyó muy atentamente mientras pedía dos tazas de chocolate para ‘endulzar’ el momento, así como él lo dijo. No sabía si reírme o molestarme, pero opté por la primera. Era imposible molestarme con él ahora que lo pienso, porque siempre tenía una chispa de alegría en los ojos, una sonrisa como ninguna y su risa, contagiosa y esto él lo sabía.

Bruno era natural de Panamá pero creció en Italia. Sus padres tuvieron que huir del país por un problema con el gobierno y se instalaron en Nápoles, donde creció esquivando la mala suerte y el peligro pues tuvo que vivir solo ya que sus padres fallecieron en un accidente después de cuatro años que se habían trasladado. No conozco Italia pero cuando me enseñaba las fotos de ese país pareciera que surgía un deja vu, haciendo que me agradara demasiado aquel país. Yo había ido a España, con mi adorado Alejandro, pero nos fugamos a Paris donde empezaríamos a vivir nuestra historia romanticona con experiencias únicas y felicidad inmensa; Bruno también debió estar por ahí en esos años, viajando por todo Europa como lo quiso cuando era niño y ya no volvería a Panamá, aunque me enteré la semana pasada que fue a visitar a su querida abuela.

¡Mierda!, por qué... – no pude evitar decir esa palabra que no había salido de mi boca ni de mi mente en toda mi vida, pero no aguantaba el dolor y aquella palabra se perdió entre algunas lágrimas que creí desaparecidas. Brownie, como le decía yo, me tomó de la mano y me sacó de mi casa de consuelo y lectura para cartas, aquella a la que yo llamada el café de la esquina.

No me dijo nada mientras íbamos no sé adónde o tal vez me había dicho algo, solo que yo estaba muy centrada en aquellas letras que plasmó Alejandro. 

Subimos a un auto y todo el camino permanecí pensando, pensando, recordando, amando de nuevo y odiando sus palabras, creándome cosas en la cabeza, pensando, amando, odiando, pensando... 

¿Cómo sabría él si yo aún lo seguía amando? Cómo podía creer en sus palabras si no había sido sincero conmigo...

Lo he extrañado, no he de negarlo, pero no sé si lo siga queriendo.

Bajamos cerca a una plaza y caminamos hacia la playa que escondía poco a poco al sol. Nos sentamos en la arena y me dijo: ‘Cada que tengas que pensar y tomar una decisión, hazlo frente al mar’


Esa es una de las frases que me acompaña hasta ahora y es que no había conocido esa paz que se siente cuando se camina y se piensa frente al mar, sobre todo al sentir que la brisa choca en el rostro para aclarar los pensamientos más confusos.

viernes, 12 de julio de 2013

'La leyenda del Hada y el Mago'


El viento pasaba igual que las ideas, dejando con un suspiro abrumador el conocimiento y volviendo a la memoria la historia de aquel ser que fijado el destino lo tenía.

Esta era la historia de un mago que vivía en un bosque encantado a la lejanía de la ciudad, donde el paisaje y el clima podían alegrar un alma, menos el suyo. Había un clima muy cálido por las mañanas y en las tardes esta maravilla se transformaba en tinieblas en la misma puerta de la morada del mago. En uno de esos días cuando estuvo paseando cerca de un lago parlante se echó a llorar, pues a pesar de ser un gran mago no había podido encontrar la magia más hermosa y sincera del mundo: el amor.

Paseaba por el bosque secando sus lágrimas, encontrándose con la única compañía que tenía, su única amiga que lo veía cada noche, cada vez que el sol tiñera sus colores y todo se volviera negro, esa era la luna, la que le daba día tras día fuerzas y mudas palabras de aliento para soportar el vacío y la tristeza que llevaba dentro, ya que su destino era ese porque un hechicero lo maldijo y su larga soledad se ha hecho cumplir hasta el sol de aquella tarde que pasaba por entre las espesas ramas de los árboles.

Estuvo dando algunos pasos con la cabeza baja y al sentir una presencia la mirada alzó, encontrándose con una mujer de figura pequeña que denotaba una bella sonrisa y una misteriosa expresión, era un hada del bosque con la que empezó a encontrarse cada noche en compañía de la luz de la luna y desde ese momento se enamoraron.

El hechicero malvado de esto se había enterado y desafiando al joven mago fue a encontrarlo. Atacó a los amantes y a cada uno de los que se encontraban en el pueblo menos al mago ya que por su sangre era inmune a poderes para ninfas y animales. El hechicero se posó frente a él y de un modo desafiante y burlesco le dijo:

- ¿Recuerdas la maldición que te puse cuando eras joven?

- Claro que lo recuerdo maldito, si gracias a ti no he podido ser feliz.

En esa pequeña discusión en la que se hallaban, el hada reaccionó de su sueño, el hechicero astuto en un movimiento en su lado estaba dejando atrás al mago al cual le arrojó un poder y dejó inmóvil al mago. Se llevó al hada y el mago por el hechizo solo pudo ver como poco a poco se alejaba con el amor de su vida.

En su castillo, día y noche el mago pasaba pensando la manera de volver ver a su amada, para que le devolviera su amor y su dulce mirada con las que días anteriores feliz y enamorado estaba.  

Al fin, de unos cuantos meses el mago halló a su amada, en la torre de un castillo olvidado que había ocupado el hechicero. De un solo soplo la puerta derrumbó y al castillo con ansias entró, corrió hacia el último cuarto de la torre pero en una trampa cayó, se liberó rápidamente y a su amada fue a rescatar aunque al hechicero fue a encontrar.

“Libere a mi hada, o mi vida y mi sueño arriesgaré para poder a mi hada volver a ver”. El malo de esta historia poco o nada se rió pero con una mirada seria le dijo: “Ni lo pienses, no seas estúpido. Esa hada me servirá para conquistar el mundo y si el llanto te logro sacar, pues estas destinado a llorar”, el mago de rabia y frenesí sangriento se armó. Poder por aquí, poder por allá, pero al final sólo uno podía ganar; mal herido se encontraban pero aún así el mago luchaba por su amor y el hechicero solo por diversión, hasta que el mago de un golpe propinó e hizo acabar la vida del hechicero –al menos eso pensó él- pues se retiró y en busca de su hada se marchó.

Al llegar a la celda rompió el candado y la puerta tumbó, con un beso y un abrazo el hada lo recibió pero el romance duró muy poco pues el hechicero mal herido reapareció y atacando al mago con un puñal gritó: “No te dejaré ser feliz rufián, por eso te voy a matar”, un ataque lanzó tan fuerte que al mago impactó y el hada en llanto una daga cogió y en un ojo al hechicero se la clavó. Luego corrió donde su amado y entre sus brazos sus últimas palabras pronunció:

“Hada, hermosa… yo luché por este amor pero la traición del destino no nos dejó continuar. Ya no quiero verte llorar, quiero que sonrías y recuerdes a este mago al que compañía le diste y le enseñaste lo que significa amar y que dio su vida por ti..

¿Tú darías la vida por proclamar un amor?
 
----Micoadt y Helena H.--
(Este relato fue escrito por mi amigo y yo lo ayudé con algunas cosas, era aún más largo el cuento. participamos con este escrito en un concurso- inspirado en una canción de rata blanca)