Habíamos
los dos coincidido en esta vida. Para él fue un placer y yo no lo sentí así en
ese entonces, no con una intensidad que ahora me invade. Tampoco me gustaban
sus besos y la insistencia que tenía para ello; sin embargo, hoy extraño cerrar
los ojos o abrirlos y mirar aquellos ojos que brillaban sólo cuando sonreía de
esa manera que yo amaba.
Le
dije varias veces que sus ojos, que su mirada me encantaban, no sé si lo
recordará ahora y es que da lo mismo si no es así. Su voz era gruesa, no fluía
bien pero era un placer escucharlo, aunque a veces, decir cosas obvias pero que
generaba un tema de conversación a la salida de toda actividad. Sus manos eran
casi del tamaño de las mías, algo toscas pero se acomodaban a mi mano, era a la
‘medida’.
Le
había dicho yo que mi ‘no hablar’ era compensado porque podía escribir, porque
había encontrado una manera de expresar mis ideas a través de un papel o una
máquina (y estoy de nuevo, con esa sensación que no sentía hace tiempo, ese nudo
de garganta que duele más que una infección o que un pre-infarto). Al parecer
esto de mis silencios le molestaba, le iba molestando aunque no quiso
admitirlo. Como dos veces me dijo si yo podría escribirle algo pero no podía en
ese entonces. Debí decirle que tal vez me desempeñaba mejor cuando extrañaba a
alguien que cuando amaba a alguien.
Estuve pensando entre estos dos títulos para este pequeño fragmento que no sé si tendrá un final: "La increíble historia de un segundo" o "La tonta historia de un segundo". Elegí la segunda porque marcaba bien todo lo que hasta ahora había ocurrido, era algo tonto, tan fugaz.. tal vez estemos clasificados en un Dx de un trastorno como el de manía. Algo rápido, fugaz pero intenso que como todo intenso dura poco.
"[...] Y me envenenan los besos que voy dando
Y sin embargo cuando duermo sin ti, contigo sueño"
Y sin embargo cuando duermo sin ti, contigo sueño"
Émile
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