¡Señor; porque en su pecho tengo un seguro abrigo
y porque sé que es mío su corazón amante:
Señor, gracias te da mi espíritu mendigo
de amor, gracias te da, ¡Aunque él esté distante!...
Señor, por él brotaron en mis jardines termos
mil flores milagrosas de amor y de optimismo,
Y huyeron para siempre los pájaros enfermos
que estaban en mi alma, labrandose un abismo.
Por él he descubierto una belleza nueva
en las terrenas casas; y he aprendido el lenguaje
del pájaro, del árbol, del arroyo y la gleba
del guijarro, y encuentro más vida en el paisaje.
Señor, mi vida es dulce desde que sé que me ama;
y a mí rededor de llenan las cosas de alegría;
por él, mi amor se eleva como una ardiente llama,
y siento en mis arterias correr nueva energía...
Ahora se ha tornado más blando mi camino;
me siento cual si fuera la misma primavera;
¡Señor, ya que le amo, no cambies mi destino,
mi amor es todo tuyo, mi vida es suya entera...!
Pero, Señor, perdóname, ¡No sé lo que te digo!
solo sé que mi alma de amor está embriagada,
que tal vez tus enojos con mi charla consigo;
pero me tiene ciega la luz de su mirada...
Que iré tras de sus huellas cegadas por su nombre
aunque en mis plantas broten mil gotas purpurinas;
descenderé a la sima; escalaré la cumbre...
¡No importa que me hieran punzantes las espinas...!
¡Perdóname, Señor,! Pero lo que te digo
es cierto, y me lo dicta mi corazón amante...
¡Señor, gracias te doy, aunque él no esté conmigo!
¡Señor, gracias te doy, aunque él esté distante!...
Alicia Larde de Venturino
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