miércoles, 25 de marzo de 2020

Kutisaq

Kutisaq!
Sapaynipim wayra
¡ripukuy! niwaq 
wiksaymanta jasapakuspa
yarqaymanta kapti.
Ripusqay punchawñataqmi,
orqokuna, chaqrakuna waqarqa;
rumikuna, sachakuna, mayupas,
qowikuna, ovejakuna, atoqkunapas,
¡wañuyni unanchaq tukupas!
Allqoypa anyayninkunam rikchakapuwaq
 aychaymanta ruwasqa charango cuerdakuna
nanaywan siptikuq
karunchakusqayman jina.
Ripuytaqa ripukurqanim,
chu, llaqtaypim sonqoyta saqerqani,
yuyarisqay wawqeykunatapas
sara ukupi pukllachkaq
qala chaki warmakunata jina.
Mamaytapas yuyarinim
waqasqanpi sutuschkaq weqeyoqta;
chaqraykunata, ovejaykunatapas,
yanaytañataq mayu patanpi
samayninwan kuyayninta
chayachimuwachkaqta jina.
Kunanñataqmi kay karu llaqtapi,
mana nunayoq runapa llaqtanpi,
musyanim llaqtaymanta jamuq wayrata
kutichikuwayta munaspa,
musyaykim yanallay
lliw ima japisqaypi
musyanim qamwan sonqoy kasqanta
chay raykum ¡kutisaq! llaqtayman.


Traducción
¡Volveré!
El aire en silencio
me decía que me vaya, 
bostezando desde mis entrañas, 
cuando tenía hambre.
El día de mi partida lloraron
los cerros, las chacras,
las piedras, los árboles, el rio,
los cuyes, las ovejas, los zorros,
hasta el búho que presagiaba mi muerte.
Los aullidos de mi perro parecían
cuerdas de charango hechas de mi propia carne,
que poco a poco se arrancaban,
con la distancia y el dolor.
Entonces me fui,
pero en mi pueblo quedó mi alma,
mis hermanos que aún los imagino
niños descalzos
jugando en el maizal;
también recuerdo a mi madre,
con sus ojitos llorosos
por mi partida
mis chacras y ovejas aun llorando,
y mi amor en el río,
con su aliento
llena de candor.
Y en esta ciudad lejana
ciudad de gente sin alma,
siento el aire venido de mi tierra
queriendo llevarme de regreso;
te siento a ti amor mío
en todo lo que toco;
siento que mi corazón quedó contigo, 
y por eso ¡volveré!


Ciro Gálvez Herrera

domingo, 22 de marzo de 2020

La Jaula


Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.

Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.

Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche
y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.

Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.



Alejandra Pizarnik

domingo, 15 de marzo de 2020

Esta tarde


Ahora quiero amar algo lejano...
Algún hombre divino
Que sea como un ave por lo dulce,
Que haya habido mujeres infinitas
Y sepa de otras tierras, y florezca
La palabra en sus labios, perfumada:
Suerte de selva virgen bajo el viento...

Y quiero amarlo ahora. Está la tarde
Blanda y tranquila como espeso musgo,
Tiembla mi boca y mis dedos finos,
Se deshacen mis trenzas poco a poco.

Siento un vago rumor... Toda la tierra
Está cantando dulcemente... Lejos
Los bosques se han cargado de corolas,
Desbordan los arroyos de sus cauces
Y las aguas se filtran en la tierra
Así como mis ojos en los ojos
Que estoy sonañdo embelesada...

Pero
Ya está bajando el sol de los montes,
Las aves se acurrucan en sus nidos,
La tarde ha de morir y él está lejos...
Lejos como este sol que para nunca
Se marcha y me abandona, con las manos
Hundidas en las trenzas, con la boca
Húmeda y temblorosa, con el alma
Sutilizada, ardida en la esperanza
De este amor infinito que me vuelve
Dulce y hermosa...


-Alfonsina Storni-

sábado, 14 de marzo de 2020

Solamente


Ya comprendo la verdad

estalla en mis deseos

y en mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios

ya comprendo la verdad

ahora
a buscar la vida




Alejandra Pizarnik

martes, 10 de marzo de 2020

Hoy, que me hiciste falta

09.03.2020

A casi dos meses de tu ausencia, aún sigo extrañándote.

A veces, la gente imagina que las mascotas pueden ser reemplazadas rápidamente como quien cambia de traje, como quien compra otros platos que le parecen mejores que el anterior, con un mejor diseño, un buen material… pero tú, mi amigo, no eres alguien suplantable.

Cómo olvidar cuando en medio de una seudoguerra con una profesora te tuve entre mis brazos a pocos días de mi cumpleaños. Recuerdo que lloré cuando te llevaron y mencioné a escondidas palabras de desafío a esa persona que te apartaba de mi lado. Mas luego regresaste, todo rechoncho, lleno de leche, a medio dormir, todo calentito y te dejé en una caja de cartón en la cocina. Iba a visitarte de vez en cuando, de puntillas, tan alegre como una niña de 7 años, ni si quiera encendía la luz para no molestarte y poder verte dormir. Fuiste en ese entonces como mi hijo. Como un hijo rescatado. Entre todos los que fuimos a ayudar a tu madre que parecía estar envenenada, nos hicimos cargo de ti y tus hermanos, mientras nos agenciábamos de insumos, incluso evadiéndonos del colegio, porque no podríamos dejarlos así, tan pequeños, con casi un mes de vida y tan penoso que sería estar sin su madre; sin embargo, todo apuntaba a que iba a ir mal y te escogí a ti porque me mordiste y ladraste para espantarnos, a nosotros los extraños, y te llevé conmigo para ocupar un lugar en mi casa, pero te quedaste eterno en mi corazón.

Matthias Chocolate fue tu primer nombre. Me gustaba la idea de colocar un nombre diferente a mi nuevo perro, pero no duró mucho y se quedó con Ruffo o Ruffus o Ruffino y todas las derivaciones que a lo largo de los años solía llamarte. Veinticuatro de mayo se quedó como tu cumpleaños, a tres días de los míos y cómo no íbamos a celebrar el tuyo, mi querido amigo.

Me quiebro ante tu recuerdo, porque hoy que volví a mi rutina habitual, tu sabes, el de ir a comprar las cosas para la casa y de fugarnos al parque un rato, no se pudo concretar.

Hiciste falta cuando al terminar de alistarme para salir quise llamarte y que tu bajaras por esas escaleras, donde solíamos correr o yo me sentaba contigo a hacerte masajes o simplemente a consolarte cuando tenías miedo de los terribles sonidos de los fuegos artificiales, hiciste falta ahí, porque te esperé, esperé a que bajaras rezongando, jadeando, mirándome con esos ojos color caramelo, inquieto, llorando por las ganas de salir y poder hablarte, indicándote que deberíamos caminar tranquilos por la acera y mojándote la cabeza para que no sientas tanto el calor.


Entonces salí donde ahora descansas y lo regué un poco, ya que hoy el sol nos despertó.