lunes, 24 de junio de 2019

Despertar primero

El hombre es egoísta.
Es conciente que la naturaleza es sabia, que es divina, que es sagrada. Ha intentado imitarla desde hace mucho tiempo pero sabe que con ella no puede competir. Construyó edificios para imitar montañas, tala árboles para crear refugios o materiales para ser más sofisticados dejando sin hogar y recursos a muchos animales que dependen de ella, crea trajes para tener la capacidad de estar bajo el agua imitando a los peces, aviones para imitar al vuelo de las aves y ver la majestuosidad del cielo.

El hombre busca imitar o superar a la naturaleza, pero sabe que no puede con ella y por eso la lastima, extrayendo de ella hasta lo que no necesita ya que la avaricia por ser más gana en su alma.

¿Donde quedó el respeto a la Pachamama, la adoración al sol, a la luna, a los apus?
Se ha perdido con el tiempo, nuestra identidad se ha perdido con el tiempo y la memoria borra todo lo que ya no usa.

En este tiempo de superficialidad, nos estamos convirtiendo en imagen homogénea,: la mayoría de mujeres tienen el mismo rostro, la misma nariz, la misma mirada, las mismas cejas, la misma cintura, las mismas caderas, los mismos sueños... Acaso como apelación a la igualdad o como parte de la moda, del maquillaje, del vestir, del ser...
No es historia distinta con los varones, quienes acoplandose y no quedando atrás, porque no sería estar en onda y sería tragedia, se vuelven todos iguales en apariencia, en cortes de cabello, en imagen y en sueños. No hay nada que envidiar, ¿Verdad?

¿Y es que acaso una buena apariencia es mucho mejor que un buen corazon? ¿Qué es lo que nos llevamos de todo esto?
Como todo ser humano y como dice el dicho "errar es humano" que se ha popularizado tanto que estamos cayendo constantemente en eso, cayendo en superficialidad y consumismo, ya no reconociendo que somos parte de la naturaleza y que lo material con nosotros, en nuestro lecho de muerte, no se va.
Caray, y es que acaso la hipocresía se ha vuelto un estilo de vida. No solo hay superficialidad en el ser externo de la persona, sino también hay malicia dentro suya.
Uno a uno, hermano sin fronteras nos dañamos, nos damos la espalda y no nos reconocemos como parte de la misma especie, dejando la lealtad atrás con nuestros semejantes.
Queda así más claro que todo se ha perdido, se ha perdido desde que dejamos de valorar nuestras raíces, las no culturales sino las raíces de la naturaleza, que ella es más grande que nosotros, es más sabia, es sagrada.
El hombre es egoísta.
Somos pasajeros.
Estamos matandonos a nosotros mismos.
Somos un instante,
Somos pasajeros.

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